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Salve a la Virgen de las Cañas

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miércoles, 20 de febrero de 2013

Escondido para el mundo. La nueva presencia de Benedicto XVI


En un encuentro entrañable del Papa Benedicto XVI con el clero de su diócesis, sacerdotes y seminaristas, el obispo de Roma se despedía de ellos con estas hermosas palabras: «Aunque me retiro ahora, en la oración estoy siempre cercano a todos vosotros y estoy seguro de que también todos vosotros estaréis cercanos a mí, aunque permaneceré escondido para el mundo».


El pontificado de Benedicto XVI -un “humilde trabajador en la viña del Señor”, como se autodefinió en el balcón central de la basílica de San Pedro el día de su elección papal- recibido por muchos con escepticismo y reticencias, ha sido luminoso y fecundo desde el punto de vista doctrinal. El sólido pensamiento filosófico y teológico de Joseph Ratzinger constituye la base de un rico magisterio que queda como su mejor legado. Buen conocedor de la filosofía y teología contemporáneas, publicó en 1968, año mítico de rupturas y convulsiones en el mundo y en la Iglesia, un libro, "Introducción al cristianismo", que es clave para conocer su síntesis intelectual. El profesor Ratzinger subrayaba el núcleo más íntimo de la fe cristiana: la experiencia de que Dios, revelado en Cristo, es amor, un amor incondicional que llama al hombre a una amistad desde la que la vida humana tiene sentido y alcanza plenitud. Frente a la disyuntiva que postulaba la modernidad: razón o fe, tradición o renovación; el teólogo Ratzinger siempre ha defendido una conjunción integradora: fe y razón, tradición y renovación. Y lo ha sabido hacer desde la amabilidad de un trabajo teológico que no ha rehuido la confrontación y el diálogo fecundo con otros ámbitos del saber humano. Es una anécdota que su primera cita, en su primera encíclica, sea de un filósofo paisano, Nietzsche, vocero de la muerte del Dios.

Benedicto XVI se ha mostrado como un hombre capaz de dialogar con todo el mundo (ateos, agnósticos, hombres de ciencia y saber, responsables de la política y la economía, jóvenes y adultos). Como afirmó en la homilía de apertura de su pontificado, su empeño no ha sido otro sino mostrar que “Dios no es enemigo del hombre; que no quita nada de lo que hace verdaderamente hermosa la existencia humana, y que, antes al contrario, cuando eclipsamos a Dios con otros falsos ídolos, la vida humana pierde valor”. ¿No es este, quizás, el drama de la fe cansada de Europa?

Si tuviese que escoger un párrafo de su rico magisterio, que sintetizara su fuerza pedagógica y la profunda sencillez de sus enseñanzas, acudiría a este: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1). Este párrafo de su primera encíclica, es recogido en su último mensaje de Cuaresma -una maravillosa página sobre la vida teologal- comentando el versículo de San Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16). Este texto emblemático de Benedicto XVI marca una vena orientadora para la reflexión teológica y para la práctica pastoral de la Iglesia que busca cartas de ruta para evangelizar el mundo poliédrico que navega, en plena tormenta, en el océano virtual del siglo XXI.

Benedicto XVI ha decidido dejar paso a otro obispo de Roma que, con más fuerzas y dinamismo, pueda llevar adelante el ministerio petrino. Pero no se va. No se baja de la Cruz sino que la abraza “en lo escondido”, sacando así a luz una de sus identidades más desconocidas: su honda vena mística. Ahora, el discípulo de San Agustín y San Buenaventura, el experto en Santo Tomás y perito navegador por los Padres de la Iglesia, desembarca en “otra orilla”, de la mano de la mejor mística. Ahora es San Juan de la Cruz quien le dice: bienvenido a la “interior bodega” donde se goza “de la noche sosegada, de la música callada, de la soledad sonora, de la cena que recrea y enamora, en diálogo íntimo y secreto con el Amado”.
No es ausencia, es otra forma de presencia. Desde esta clave entendemos mejor sus palabras de despedida: “Aunque me retiro ahora, en la oración estoy siempre cercano a todos vosotros y estoy seguro de que también todos vosotros estaréis cercanos a mí, aunque permaneceré escondido para el mundo”. El Papa ha renunciado al Pontificado para seguir sirviendo a la Iglesia, como ha hecho toda su vida, ahora desde la oración y el silencio. Hagamos eco en nuestro corazón a sus palabras de despedida a los sacerdotes y seminaristas de su diócesis: "Esperemos que el Señor nos ayude. Yo, retirado en mi oración, estaré siempre con vosotros, y juntos vayamos adelante con el Señor, en la certidumbre de que vence el Señor. Gracias". Gracias a ti, Papa Benedicto.


jueves, 14 de febrero de 2013

La Stma. Virgen de las Cañas vestida de Hebrea



Por iniciativa de varios/as hermanos/as de la Junta de Gobierno de esta Hermandad, podremos ver a la Santísima Virgen de los Cañas vestida de hebrea. Este traje ha sido confeccionado por Carmelina González García, Albacea Camarera de esta Hermandad, contando con la ayuda de Isabel Cobos Jiménez. Los gastos de esta vestimenta han sido sufragados por varios miembros de la Junta de Gobierno.





Estamos acostumbrados a ver a las Vírgenes engalanadas con sus mejores galas, con sus mejores sayas, sus bordados y sus caras coronas, pues bien, durante la Cuaresma pasa todo lo contrario, las vírgenes se visten de hebreas, sin lujos, para así poder tener una visión idealizada de como vestían las mujeres en la época de María Santísima.





El origen de esta vestimenta está en los años veinte del pasado siglo, cuando el bordador Juan Manuel Rodríguez Ojeda vistió de esta forma a la Virgen de la Hiniesta, de la Iglesia de San Julián de Sevilla, que llegó a lucir así en su palio en varias ocasiones. La costumbre se generalizó en los años 50, y hoy en día, casi todas las Vírgenes son vestidas durante la Cuaresma con este traje, recordando la humildad y sencillez con que la Virgen María dio a luz al Niño Dios en Belén.  

lunes, 11 de febrero de 2013

El Papa Benedicto XVI renuncia al ministerio de Obispo de Roma



Benedicto XVI renuncia al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro. «Os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice». Así lo afirmó el Papa durante el Consistorio Público Ordinario. En este sentido, afirma que toma esta decisión después de haber examinado ante Dios reiteradamente su conciencia y expresa «he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino». El Papa añade que reconoce ser consciente de que este ministerio exige vigor, «tanto del cuerpo como del espíritu». La fecha en que la sede pontificia queda vacante es el 28 de febrero de 2013.

«Queridísimos hermanos,
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.»
Vaticano, 10 de febrero 2013
BENEDICTUS PP. XVI